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Alfabetización de las emociones
19 de agosto de 2023
Las emociones nos recuerdan que siempre estamos en un proceso de aprendizaje, ya que exteriormente lo que acontece es fruto de nuevos conocimientos y desafíos. Las emociones determinan la importancia de un acontecimiento que nos esté interpelando o inquietando, es decir, que estas nos impulsan a hacer algo o, por el contrario, nos paralizan. Conviene subrayar, que estas están en constante información con nuestro cerebro y el desarrollo de nuestros estados anímicos. Así pues, las emociones se convierten en mecanismos de defensas que nos protegen ante cualquier amenaza de tipo corporal o sentimental.
Ahora bien, ¿nos encontramos en la era de las emociones? Si bien es cierto, que muchos de nosotros hemos crecidos en hogares donde comúnmente suele escucharse que los hombres no lloran, que las mujeres son las únicas que tiene derecho a expresar sus sentimientos, parece que ese proverbio de cajón a quedado donde reposan todos los cajones, en el entierro del olvido por las nuevas generaciones. Es por eso que hoy en día nos es más fácil expresar nuestras emociones.
Por otra parte, las redes sociales aparte de ser el mejor espacio donde muchos usurarios pasan gran parte de su tiempo, indagando, chateando, conociendo y publicando momentos de la vida, se han convertido en lugar para compartir sus emociones y, por qué no, gestionarlas. Las emociones que sentimos ya no solo las conocen nuestros padres o familiares más cercanos, sino aquellos que se encuentran en el otro lado del mundo. Hasta hemos creado un significado al pensar que cuando alguien quita la foto de su perfil da a entender que está pasando por un momento no tan bueno. Hoy en día, cualquier persona en Internet se ha convertido en “profesional de las emociones”. Esto sucede porque las redes sociales son el lugar “perfecto” para demostrar que estamos deprimidos o tristes haciendo que estas hagan parte de lo público y común.
En efecto, se podría acotar que no es razón para decir que esto está mal, porque quizá para muchos este ejercicio de demostrar sus emociones a través de las redes sociales, le ha permitido salir del bucle existencial en el que estaba imbuido. Si bien, no somos profesionales en el tema, lo que corresponde a quienes no nos dedicamos en profundidad a esta profesión, es ser solidarios y empáticos con aquellos que están pasando por momentos adversos.
Antes estas enfermedades como Iglesia jugamos un papel importante en el acompañamiento espiritual de aquellos que han sufrido por sus emociones muchas veces incomprendidas. Como responsables del bien en nuestros hermanos, también debemos exhortar a la persona afectada a recibir el debido acompañamiento del profesional indicado. Esto nos va a permitir que las heridas sanen verdaderamente y nuestra misión como Iglesia halle fruto en sus hijos más débiles: “Dichosos los que sufren porque ellos serán consolados” (Mt. 5, 5).