Por: Astrid Tibocha Niño, PhD.
Decana de la Facultad de Educación.
Y seguimos andando…
... con una sensación conocida, el estómago revuelto, el dolor de espalda, la preocupación profunda porque hay que demostrar por centésima vez que lo que decimos es real, ha sido pensado y gestionado, ha sido procesado y discutido, es inteligente y verás, pero muchas veces perece que si se dice con nuestra voz no es escuchado.
Nuestra voz es lo que más nos ha costado afinar. Desde niñas se nos enseñó a no hablar mucho, a que "calladitas nos veíamos más bonitas", y a que nuestra voz era chillona, ya que algunas nos emocionamos mucho al tratar de expresar lo que queremos al mundo, porque le metemos corazón a todo. Los años pasan y nuestra voz se hace más baja y menos pesada, nuestra voz crece con nosotras y aprende a no pedir permiso para hacerse escuchar... así sea sollozando.
En las aulas de clase al principio éramos pocas, pero en la medida en que avanzamos ahora somos más; y hoy parece que somos tantas que se extrañan las hermosas voces masculinas. Ellos no saben lo que para nosotras significa su sonrisa, su apoyo, su compañía al caminar a nuestro lado, como se camina para ver de frente al futuro.
La vida nos ha mostrado que lo que logramos cuesta, cuesta ahogar la rabia de la frustración y el llanto para parecer más fuertes. Corremos sin mostrar cansancio para parecer más competitivas y poder mirar de frente, aunque a veces quisiéramos esconder nuestros ojos detrás de mejores días; alzamos la voz no por agresividad, sino como un grito del alma que busca ser escuchado.
Cada paso que hemos dado nos ha costado amigos, amores y oportunidades; nos ha costado por la apatía de quienes no nos consideran valiosas, la enemistad de algunos que quieren vernos caer, el dolor de quienes nos aman tanto que no nos quieren dejar volar… pero al final volamos.
Hoy podemos decir que somos mujeres cercanas, amigas, dulces y al mismo tiempo fuertes, y que esto no riñe con la familia, los amigos, la profesión, el fracaso o el éxito; remamos sin descanso y cuando tenemos todo lo que deseamos miramos a nuestro lado y muchas de nosotras estamos solas; no hay muchos valientes que quieran acompañar esta lucha de toda la vida, y aun así... seguimos andando.
Nuestro camino está cimentado con los sueños de nuestros padres, amigos, hermanos, colegas y estudiantes; somos forjadas al calor del fuego del amor y solo logramos alcanzar la cima con el apoyo de quienes creyeron y siguen andando a nuestro lado.