>>¡Bienvenidos tomasinos a una nueva entrega de los “Melos”! Entre colores, trazos y una gran creatividad se desarrolla un talento con el alma y el corazón. Conozcamos a Sandra María Ramírez Botero, Directora del Centro de Medios, que viene a mostrarnos de que forma su talento ha sido parte fundamental en su vida y en todo lo que hace día a día.
Quién o qué te inspira? ¿Algún ilustrador/a qué admires?
Dibujo desde que tengo memoria. Para mí, ilustrar ha sido siempre mi lugar seguro, un refugio íntimo donde me encuentro conmigo misma. Me inspira lo cotidiano: lo que siento, lo que observo, lo que calla el mundo. Las emociones propias y ajenas, los gestos, los detalles simples que muchas veces pasan desapercibidos.
A lo largo de mi vida me han inspirado muchas personas, pero el primero que realmente tocó mi corazón fue Vincent van Gogh. Sus girasoles y su historia me enseñaron que el arte puede transformar el dolor en belleza. Él me hizo entender que dibujar también es sanar.
¿Dónde buscas referencias visuales?
Las busco en mi entorno, en mis fotos, en frases, canciones, recuerdos, incluso en silencios. Me gusta observar y dejarme tocar por las cosas pequeñas. Cuando comienzo una ilustración, no tengo todo planeado. A veces empiezo en mi cuaderno, otras veces directamente en mi tableta. El dibujo se transforma en el proceso, me habla, me pide cambios. Y yo lo dejo fluir.
¿Hay alguna ilustración tuya que tenga un significado muy especial?
Cada una tiene una parte de mí. Pero hay una, muy reciente, que me marcó profundamente. Fue como si mi corazón encontrara un nuevo latido: una forma de renacer, de recordarme que sigo viva. Esa ilustración es un símbolo de esperanza, un regalo que me hice en un momento donde necesitaba sentirme abrazada por lo que soy.
¿Alguna vez usaste la ilustración como forma de sanar o desahogarte?
Sí, muchas veces. Ilustrar ha sido mi forma de resistir y también de agradecer. No solo dibujo lo que me duele, también lo que me hace feliz. Para mí, ilustrar es un momento íntimo en el que converso con la Sandra niña y la Sandra adulta. No dejo de ser yo, pero me lleno de saberes que han crecido con el tiempo. En ese espacio, habito un jardín emocional donde florecen colores, formas, elementos que nacen en correlación con quienes me rodean.
¿Qué parte de ti se refleja más en tus dibujos?
Mi sensibilidad. Mi forma de mirar y sentir. Siempre intento que mis ilustraciones cuenten una historia, por más pequeña que sea. Que tengan alma, que inviten a quien las ve a detenerse y mirar más allá de lo evidente. Hay algo de esperanza en lo que dibujo, un deseo de conexión. Desde lo simple, intento tocar el corazón del otro.