Por: Fr. Arley Castaño, O.P.
Fraile estudiante
Cuando la madrugada aún cubría los senderos con su neblina, dimos el primer paso en una peregrinación que transformaría nuestra forma de ver la vida. Desde las diferentes sedes y seccionales de la Universidad Santo Tomás (Bucaramanga, Bogotá, Villavicencio y Tunja), nos reunimos con un propósito claro: recorrer el camino real de la Virgen del Rosario de Chiquinquirá, pero también descubrirnos a nosotros mismos en cada paso, en cada silencio y en cada esfuerzo compartido.
Nuestro encuentro se desarrolló en tres días, reflejando el Triduo Pascual. El lunes fue la pasión: el momento de conocernos, de tejer lazos entre facultades y compartir una cena en el campus de Tunja. El martes representó la muerte, un día de caminata intensa desde Sora hasta Chiquinquirá, pasando por Chíquiza y culminando en Villa de Leyva. Cada cuesta y cada descanso nos mostraban la profundidad del desafío. Cerramos la jornada en torno al fuego, en el monasterio del Santo Ecce Homo, con una reflexión en la que renunciamos simbólicamente a aquello que hacía nuestro camino más pesado. Finalmente, el miércoles marcó la resurrección, con la celebración eucarística, el símbolo de nuestra renovación espiritual tras la travesía.
Este recorrido nos llevó más allá del esfuerzo físico; fue un encuentro con la fraternidad tomasina, con la fe y con nuestras propias historias. Sentir el frío de la madrugada en el rostro y el ardor del sol en la piel nos recordó la dureza y la belleza del camino. Cada conversación, cada caída y cada desafío nos enseñaron que peregrinar no es solo avanzar, sino detenerse a reconocer el propósito de cada paso.
Al concluir la travesía, entendimos que no solo llegamos a un destino geográfico, sino también a una nueva manera de comprender nuestra misión. La caminata nos mostró que el verdadero viaje ocurre en el interior, donde la fe se fortalece, la comunidad se estrecha y el compromiso con nuestro propósito se renueva. Porque caminar juntos no es solo moverse, sino transformar cada paso en un acto de fe y fraternidad.
Hablo por todos, al decir que seria significativo repetir esta experiencia con la esperanza que en cada recorrido se unan más integrantes de la familia tomasina.
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