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Las bases humanas y la minería "arruinarán" sus zonas más valiosas
Por un lado, Estados Unidos y sus aliados con los Acuerdos Artemisa. Por otro, China y los suyos con la estación lunar ILRS. Agencias espaciales y empresas de todo el mundo se dirigen a la Luna para establecer una presencia permanente en el satélite, instalar allí sus experimentos y ampliar sus capacidades de turismo y minería espacial. Pero nunca llueve a gusto de todos.
Los astrónomos están preocupados. Todo ese aumento de actividad lunar preocupa a los astrónomos, que aprovecharon el Primer simposio sobre la protección de la cara oculta de la Luna para pedir la conservación urgente de los espacios vírgenes más valiosos del satélite, denominados "Sitios de Extraordinaria Importancia Científica" o —simplemente— SESI.
Los espacios vírgenes abundan en la Luna, pero los SESI son escasos y corren el riesgo de quedar "arruinados" por la inminente ola de satélites, rovers y operaciones mineras previstas con la nueva carrera espacial. En particular, la cara oculta de la Luna y las zonas escarpadas de sus polos.
Se acabó el silencio en la cara oculta lunar. La cara oculta de la Luna es el lugar más silencioso en señales de radio de todo el sistema solar. 70.000 millones de toneladas de roca a sus espaldas bloquean las ruidosas transmisiones de radiofrecuencia que salen de la Tierra.
Según un paper publicado por la Real Sociedad de Londres, la cara oculta de la Luna es el lugar ideal para instalar radiotelescopios avanzados capaces de captar las señales más débiles de la edad oscura del universo, el tiempo anterior a las estrellas. También para buscar señales de civilizaciones extraterrestres.
Pero la cara oculta de la Luna es tan rugosa en comparación con la cara visible que los científicos solo han identificado tres lugares donde se podrían instalar grandes conjuntos de telescopios, y uno es el Mare Moscoviense: una zona rica en helio-3 que la startup estadounidense Interlune quiere minar.
En general, todas las actividades previstas en la cara oculta de la Luna contribuirán a reducir el silencio de radio, porque requerirán constelaciones de satélites para las comunicaciones y la navegación. Precisamente, hace unos días, China lanzó el satélite Queqiao-2, que servirá de relé de comunicaciones entre la cara oculta de la Luna y el polo sur lunar para futuras misiones tripuladas.
Embotellamiento en los polos de la Luna. Aunque se rompió una pata al aterrizar, la nave Odysseus de la empresa estadounidense Intuitive Machines aterrizó a unos 300 km del polo sur de la Luna, lo más al sur que ningún módulo lunar haya aterrizado antes, incluido el histórico Chandrayaan-3 de la India.
Se esperan 22 misiones lunares de aquí a 2026, y la mitad de ellas están destinadas al polo sur de la Luna, donde Estados Unidos y China esperan construir sus bases tripuladas más adelante.
Los polos son regiones frías, sísmicamente tranquilas, más protegidas de la radiación y con depósitos de agua helada que los astronautas podrían aprovechar. Además, son regiones escarpadas con crestas que reciben luz solar durante todo el año, lo que las convierte en ideales para experimentos, bases lunares y operaciones mineras que necesitan energía, agua y oxígeno.
Pero desde el punto de vista de los astrofísicos y los astrónomos, son lugares aún más interesantes para instalar detectores de ondas gravitacionales y telescopios infrarrojos capaces de observar exoplanetas lejanos del tamaño de la Tierra y sus atmósferas en busca de señales de vida.
Posibilidades que se vuelven menos atractivas si la minería lunar genera polvo y vibraciones en el suelo que puedan afectar a los resultados de estos instrumentos.
La propuesta de los científicos. Antes de que sea demasiado tarde, como ocurrió con la constelación de satélites Starlink y las observaciones astronómicas desde la Tierra, un paper publicado en Philosophical Transactions of The Royal Socierty por la doctora en ciencia política Alanna Krolikowski y el astrónomo Martin Elvis, del Observatorio Astrofísico Smithsonian, propone lo siguiente:
Es una causa noble, pero la carrera a la Luna es sobre todo una competición entre Estados Unidos y China, y la explotación industrial y comercial del satélite es una manera de justificarla y financiarla. Como pasó con la órbita baja terrestre y las nuevas constelaciones de satélites, los días tranquilos en los polos y la cara oculta de la Luna están llegando a su fin.