La inteligencia artificial (IA) es, sin duda, una de las tecnologías más revolucionarias de todo el siglo XXI, y es que ya ha comenzado a transformar profundamente la manera en la que vivimos, trabajamos y nos comunicamos. Definida como la capacidad de las máquinas para simular procesos de inteligencia humana, lo cierto es que la IA está remodelando la economía global y sectores tan importantes como la logística y el e-commerce.
En los últimos años, se ha observado un avance muy notable en las capacidades de la IA impulsado por el incremento en la potencia computacional, el acceso a grandes volúmenes de datos y los avances en algoritmos de aprendizaje automático. Estos desarrollos han permitido a la IA no solo automatizar tareas rutinarias, sino también desempeñar roles cada vez más complejos.
No hay duda de que la IA, una herramienta capaz de democratizar la innovación al permitir tanto a grandes empresas como startups acceder a ella, tiene un impacto innegable en la globalización ―proceso impulsado tradicionalmente por el comercio, la inversión extranjera directa y la movilidad de personas y capital―, ya que está introduciendo una nueva dimensión en este proceso, redefiniendo cómo las empresas operan a nivel global y cómo las economías nacionales se integran en un mercado mundial cada vez más digitalizado.
Por otro lado, existen muchas formas en las que la IA puede impulsar la productividad laboral a nivel mundial, como eliminar o disminuir las barreras que supone el idioma, optimizar el teletrabajo gracias a sus múltiples herramientas, mejorar la formación de los trabajadores o automatizar ciertas tareas.
Dos sectores especialmente beneficiados por la IA son la logística y el comercio electrónico, ya que la IA destinada a optimizar la logística mejora la eficiencia de las cadenas de suministro globales, reduce los costes y mejora la velocidad y la precisión de las operaciones. Esto no solo permite una mayor competitividad a nivel internacional y una mejor capacidad de planificación, sino que también facilita la entrada de nuevas empresas en mercados globales, reduciendo las barreras tradicionales como los altos costes de operación y las ineficiencias logísticas.
Empresas de todo el mundo están utilizando la IA para, por un lado, optimizar rutas de transporte ―seleccionando las vías más rápidas no solo se logra reducir el coste y el tiempo de entrega, también contribuye a la sostenibilidad―, gestionar inventarios y predecir demandas, llegando a saber incluso qué productos van a querer los consumidores y cómo y cuándo los van a demandar. Estas aplicaciones, además de mejorar la eficiencia, permiten una mayor flexibilidad y capacidad de respuesta en las cadenas de suministro.
Asimismo, la IA está facilitando la implementación de vehículos autónomos en la logística, desde drones para la entrega de paquetes hasta camiones autónomos que pueden operar sin intervención humana, aunque aún está en fase muy primaria de desarrollo e implementación.
De igual modo, en el ámbito del comercio electrónico, la IA está transformando la manera en que los consumidores interactúan con las plataformas en línea y cómo las empresas gestionan sus operaciones. Uno de los mayores impactos de la IA en este sector es la capacidad de ofrecer experiencias de compra altamente personalizadas. A través del análisis de grandes volúmenes de datos sobre el comportamiento de los usuarios, la IA puede recomendar productos, ajustar precios dinámicamente y optimizar el diseño de las páginas web para mejorar la conversión de ventas.
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